El sistema educativo en su conjunto atraviesa una situación muy particular, en cuanto a sus metodologías de enseñanza aprendizaje, de evaluación y acreditación de conocimientos, de avanzar en el trayecto formativo y de cómo finalizar este mismo. En el nivel superior universitario sucede lo mismo, con el agregado del trabajo de larga data que se viene haciendo con, por ejemplo, el despliegue de la educación mediada por tecnología.
La totalidad de las Universidades Nacionales trabaja en conjunto sobre estas temáticas, debates e irrupciones, no solo en cómo orientar su abordaje, sino también, en pautas para mecanizar su puesta en marcha. En lo que respecta a educación a distancia, una arista que se abrió mucho más en los últimos años, ya hace tres décadas que las instituciones universitarias trabajan en red sobre este tema. Ahora también, proyectan los nuevos escenarios que se presentan.
“Estamos en un momento bastante particular, frente a estos escenarios inéditos, a este momento en el que interpretamos que se nos desconfiguraron un poco las coordenadas de tiempo y espacio características de la educación, de la enseñanza. Esto, sobre todo, en el último tiempo por la pandemia y todo lo que hizo emerger la pandemia, pero, en realidad es algo que venía sucediendo desde hace mucho tiempo”, dice a Data Universitaria la coordinadora de la Red de Educación a Distancia del CIN, Verónica Weber.
El 15 de noviembre la RUEDA realizó su 9o seminario donde se trabajó esencialmente sobre estos aparentes nuevos escenarios, que como dice Weber, vienen de mucho tiempo atrás, y que en ese encuentro, también hubo lugar para ver las proyecciones, los cambios y mutaciones “que venían sucediendo en términos de escenarios educativos, de de esas propuestas de enseñanza y de esos espacios tiempos en donde se desarrollan”.
En la etapa más dura de la pandemia, es decir, en el aislamiento estricto, la educación universitaria volcó sus clases en una virtualidad de emergencia -como decidieron llamar a ese proceso- el cual tuvo poco tiempo de reparación y adaptación, pero muchísimo esfuerzo. “Se construyeron alternativas que permitieron sostener la institución, y las universidades, en el caso que nos ocupa, pero en general el sistema educativo encontró alternativas y encontró tecnologías que permitieron mediar y sostener la falta de presencialidad”, comenta Weber.
No solo las clases pasaron a lo virtual, sino también toda la cuestión administrativa y de servicios de las Universidades también lo hizo, lo cual fue un avance que, en palabras de rectores y rectoras, se logró de forma acelerada. “Las tecnologías no están sueltas, no están aisladas del desarrollo y del devenir social cultural, político institucional, entonces, en realidad las tecnologías son producto y a la vez producen lo que va aconteciendo. Sin duda, lo que nos permiten las tecnologías es mucho más que lo que a veces usamos o aprovechamos o reconocemos, aunque vamos haciendo y usando”, dice Verónica Weber.
– En la etapa de aislamiento de la pandemia, sabemos que hubo una virtualidad forzada al principio y de emergencia, como para tratar de no cerrar la universidad pero, a partir de eso que se generó, se puede mejorar muchísimo más todo eso, ¿no?
– V.W.: Claro, porque ahí, desde la educación a distancia, el campo de la educación a distancia, la tecnología educativa, por situarlo en lo que es propio de nuestra red, venimos trabajando desde hace mucho, nuestra red tiene 30 años ya, que es cuando las universidades se organizaron sistemáticamente para reunirse y trabajar en red, justamente, en cuestiones ligadas a la educación a distancia, con propuestas de educación a distancia, con carreras a distancia, con tramos de carreras a distancia.
Por supuesto que las alternativas de la opción pedagógica a distancia, las mediaciones tecnológicas, se fueron incorporando porque, con el mismo sentido lo que decíamos antes, las tecnologías nos permiten dar clases, nos permiten enseñar, entendiendo por tecnología desde el pizarrón, hasta otras cuestiones que están presentes en las clases, ahora lo que obligó la pandemia fue a cerrar todo otro tipo de mediación no tecnológica, no digital, para ponernos frente a la espada y la pared. Entonces, todos los las docentes, aún los más resistentes a la incorporación de tecnología digital, se dieron la necesidad de hacerlo. Fue un gran desafío, un gran experimento social tener que dar clase de otro modo, y también, se usaron algunas herramientas para salir de la emergencia, para sostener ese periodo, pero en algunos casos se aprovecharon un montón de recursos, de herramientas pero, sobre todo, de saberes relacionados con la modalidad y con esta opción pedagógica, no es que todos los docentes pudieron valerse rápidamente de todo ese saber, esa forma de enseñar, que tiene que ver con una modalidad que viene construyendo un campo muy complejo, que es cómo se enseña en la distancia, con qué herramientas, con qué recursos, interpretando de qué modo el aprendizaje.
Ahí hubo una gran situación en la que todos y todas experimentamos, en algunas instituciones con más apoyatura y más integración, más posibilidades institucionales pero, en muchos casos, lo que se hizo no llegó a desplegar todo ese saber, y lo que nosotros planteábamos en algún momento como un riesgo, es el creer que esa virtualización de emergencia, como se dio en llamar por muchos y muchas, que no se creyera que eso era lo que podía ser la educación a distancia, hay mucho más que puede ofrecer la educación a distancia, que no se construye en una semana o dos semanas, ni en dos tres meses. Ahí teníamos un poco un dilema, desde nuestra red y como representantes de educación a distancia de todas las universidades, que era hasta donde esto iba a hacer sentir pensar qué «bueno, yo ya conozco la educación a distancia y sirve mucho o no sirve nada, con igual peso»
– Decías que la RUEDA tiene más de 30 años, y para comparar con la situación actual, ¿Cómo eran los planteos de la educación a distancia en aquel momento?
– V.W.: En aquel entonces, la idea era un planteo político de poder llegar a aquellos lugares donde no llegaba la educación superior o los/las estudiantes no podían acercarse a los centros urbanos en general donde estaban las universidades. Una respuesta política, es una respuesta pedagógica, pero es una resolución política que las universidades nacionales estaban dando. A 30 años, podemos decir que continua la respuesta política de la modalidad, es lo mismo, seguir acercando la educación a sectores o a lugares donde no llegaría de otro modo la educación superior, acercando la posibilidad a estudiantes, ya sea acercando a la universidad o acercando con los dispositivos que sea.
Claro, hace 32 años el escenario digital era otro, entonces usábamos el correo, usábamos otros medios, también tecnologías, para ese acceso. Hoy ese escenario cambió, crecieron mucho la cantidad de universidades que tenemos, las universidades nacionales son muchas más, y seguimos dando esa respuesta política, porque, en realidad, estamos acercando las universidades para que más ciudadanos puedan acceder a los estudios superiores. Concretamente, en la educación a distancia, lo que aparecen es otras alternativas, porque también aparecen cuestiones vinculadas a la flexibilización en el tiempo y el espacio, la necesidad de cursar en ciertos horarios y poder modificar o llegar a esos otros esas otras compañeros compañeras que no podrían cursar de otro modo. Entonces, cambió mucho, o sea, las tecnologías cambiaron muchísimo de 32 años a esta parte, lo que se renueva es ese compromiso político de las universidades por hacer más accesible, más democrático el sistema
– En ese tiempo, hay Universidades que han tenido mejores experiencias, mayor desarrollo de la oferta a distancia, siendo pioneras en el tema como UNL, UNQ, también la UBA. En tu caso, que sos docente de La Pampa, como se dio este desarrollo
– V.W.: También en distintos momentos históricos y con distintas características. La oferta de distancia es desde las primeras hace unos 30 años con la carrera de Educación en la facultad de Humanas, pero también, después con alternativas que fueron modificándose, yo lo veo en mi universidad, pero también en otras universidades, que las propuestas a medida que fue cambiando las demandas, las necesidades, cambiando las posibilidades tecnológicas y cambiando el sentido de las propuestas, se fueron agregando otras posibilidades, por ejemplo, en mi universidad mencionaba esto hace 30 años con la carrera pionera, entre esas que fundaron la RUEDA, pero, después también con propuestas de bimodalidad, ofreciendo alternativas de cursadas de materias que se podían elegir entre la presencialidad o la virtualidad, o la distancia, para atender a necesidades y demandas de los las estudiantes, con otras alternativas, por ejemplo, hay una propuesta en este momento un posgrado, una maestría en escenarios digitales, que es una propuesta de varias universidades nacionales y con la temática propiamente, pero además es una propuesta totalmente a distancia, entonces, esas tres como ejemplos de posibilidades diferentes. Vos mencionabas antes la UBA, también pionera, pero con UBAXXI que es el primer ciclo, el ingreso a la universidad tenía esa presencia y esa característica, era solo para el primer año, para el ciclo básico a distancia, yo tuve la oportunidad de ser vicedirectora de UBAXXI, así que conozco de cerca esa experiencia. En la co coordinación de la RUEDA está la Universidad del Litoral que viene trabajando desde hace mucho tiempo, como Quilmes también, que cada una, yo te diría, fueron pioneras en distintas formas de concebir la modalidad a distancia, porque, hay mucho de la necesidad de los proyectos propios de las instituciones en las que se originan estas propuestas, también las tecnologías que están sólidas en el momento en que se crean esas propuestas, las características del crecimiento de las propias universidades nacionales, las posibilidades y necesidades de los/las estudiantes que van reclamando distintos tipos de posibilidades de cursada, entonces, todo esto va componiendo un escenario que lleva a pensar la educación a distancia como alternativa clara a la modalidad presencial, y buscando propuestas de calidad que preserven los principios de cualquier carrera de esas mismas universidades en sus versiones presenciales, que a veces son las mismas carreras, a veces son partes de las carreras, o son otras carreras.
– Acerca de estos escenarios inéditos y la nueva presencialidad, desde la Red, ¿Ven posibilidades de que el sistema universitario tenga mayores avances con esto?
– V.W.: Sí, ahí lo que apareció con mucha fuerza, y se visibiliza en la pandemia, pero no es producto de esta exclusivamente, es que la presencialidad cambia porque al contar con tecnologías digitales, entre otras cosas, tenemos esa posibilidad de pensar también mediaciones para construir nuevas presencialidades, y tenemos posibilidades así de componer escenarios que son híbridos o mixtos o mestizos, según las concepciones pero, que tienen que ver con esa combinación, que ya es difícil pensar que alguien transite solamente en el escenario presencial sin lo virtual, todos estamos conectados de algún modo y, casi me atrevo a decir, en cualquier lugar del país incluso en esos lugares donde la conectividad es un poco más baja, pero es difícil pensar en estudiantes, docentes universitarios que no cuenten con un celular, con una conexión a Internet permanente. Entonces, aún cuando estamos de cuerpo presente, estamos también en paralelo virtualmente en otros lugares, y eso impacta en las posibilidades de dar clases, concretamente en cómo construir esas presencialidades, porque la presencialidad ya no es solamente estar de cuerpo presente, sino que, también habilita un montón de otras posibilidades que van desde una mediación Una videoconferencia, que nos permite estar presentes pero a lo mejor no compartir el espacio, o bien tener una clase que, en lugar de durar dos horas, puede durar una semana, porque se desarrolla en un entorno virtual, en una red o en un campus virtual.
Esas múltiples posibilidades de combinaciones son las que nos interpelan para pensar en las universidades alternativas ¿Pero alternativas por qué? Porque para los las estudiantes, los las profesoras, es difícil muchas veces sostener la presencialidad en dos horas un martes de 10 a 12 que es la clase, entonces, a veces es muy conveniente pensar esa presencial ¿Para qué nos sirve y qué podemos hacer de cuerpo presente en un tiempo y un espacio común, y qué podemos delegar de eso en espacios que están distribuidos? Entonces, a lo mejor, una clase expositiva es más conveniente hacerla en un vídeo, o que sea sincrónica y grabarla, y que cada estudiante la pueda ver cuando le sea más cómodo, y el momento de la presencialidad podría servir para otra cosa, o para un laboratorio, para una práctica, entonces, ahí también aparecen cuestiones, por ejemplo, cómo se redistribuye, se piensa la masividad en el espacio físico en universidades, sobre todo en los primeros años, que muchas veces hay muchos estudiantes para espacios reducidos en las aulas y, dependiendo las características de los problemas, las necesidades de las instituciones, los las estudiantes, los las profesoras, como se puede ir componiendo y construyendo esa presencialidad que no necesariamente es física y sincrónica a la vez, ahí también la normativa nos habilita algunas modificaciones, en esa tradición que es un tiempo y un espacio común, hay muchas licencias que nos estamos pudiendo dar, también porque la normativa lo habilitó ya en 2017, o sea, no es algo nuevo por la pandemia pero, que además, nos puso más en evidencia la pandemia