Para la Universidad Nacional de San Luis, el Consejo Interuniversitario Nacional tiene una historia íntima muy grande, casi fundacional, pero sobre todo de sentido de pertenencia. La casa de estudios surgida formalmente del conocido Plan Taquini, presidió el CIN en varias oportunidades, en la década del 90, por ejemplo, con Alberto Puchmuller y Esther Picco, ambos reformistas, siendo el primero uno de los fundadores del Consejo luego del advenimiento de la democracia.
En el año en el que la UNSL va a conmemorar su 50 aniversario -en el 73 la Universidad de Cuyo se dividió, quedando esta en Mendoza y creando la de San Juan y San Luis respectivamente-, el rector Victor Moriñigo fue elegido para vice presidir el órgano máximo de articulación de las universidades nacionales. “para nosotros también trae una emoción especial”, decía Moriñigo a Data Universitaria, al tiempo que comentó que, después de mucho tiempo y en este año particular, en septiembre el CIN llevará un plenario ordinario a San Luis
“Este organismo que lleva los destinos de todo el sistema, tiene el desafío de seguir llamándose sistema universitario, pese a que tenemos distintos tamaños, distintas escalas, idiosincracias, tiempos de creación, presupuesto, federalización de la educación superior, y demás”, dice Moriñigo sobre los objetivos de la gestión.
No es algo nuevo decir que el CIN mantiene algunas tradiciones y acuerdos en su entramado institucional. Los dos bloques de rectores y rectoras, el acuerdo para la alternancia de estos en la presidencia y vicepresidencia, las sesiones ordinarias del plenario y las reuniones semanales del comité ejecutivo -Hoy con reuniones mixtas gracias a la virtualidad-, son algunos ejemplos.
Este buen funcionamiento institucional y político del Consejo Interuniversitario es -o debería ser- un ejemplo para la sociedad toda de cómo el diálogo y la articulación es el camino cuando el fin es una máxima superior a cualquier bandera. “Todos juntos tenemos la obligación de abordar los problemas y las soluciones de los objetivos del CIN, ante cada cosa que aparece”, exclama Moriñigo y agrega “si la política argentina tomara ese camino, sería el más acertado, después de tantas cosas que están sucediendo hoy. Y no es dejar la ideología en la puerta e ingresar al CIN, es llevarla a la mesa, pero sabiendo de que no se debe romper nada, de qué se debe bregar por el acuerdo”.
El sistema universitario argentino, heterogéneo, pero gran ordenador social
Son marcadas las diferencias que existen en todo el sistema universitario estatal, entre las más de 60 instituciones de educación superior que lo componen. Esa asimetría o heterogeneidad entre Universidades y sus comunidades internas, no solo tiene que ver con la situación social actual, sino que encarna algo más basal, que de a poco se va corrigiendo conjuntamente, analizando y entendiendo quienes entran a la universidad, quienes no y por que, y como resolver esto ultimo.
Para Moriñigo la Universidad Argentina es igualadora socialmente, un ordenador individual y colectivo simultáneamente, un factor de crecimiento y realización que busca la equidad. “La última opción de igualarse socialmente es la universidad, donde, si uno ve un campus, llegan los chicos en su auto último modelo que le regalaron sus papás o que ya lo tienen porque vienen de una clase alta, llegan chicos en bicicleta, en colectivo, caminando. Es el último lugar donde todo el mundo es un igual”, sostiene.
Aunque, explica Moriñigo, también cuando uno se sumerge en esa cotidianidad “empieza a ver situaciones donde no son tan iguales, por ejemplo, el lugar de las escuelas donde provienen, si son del interior del interior, si han tenido una preparación en la secundaria de alto, mediano o de escaso nivel, y ahí la universidad tiene que empezar a trabajar en donde va atendiendo las cuestiones de la lejanía, de las becas, del deporte, de la contención, de los problemas de vocación, multifactores que nos van exponiendo a lo que recibimos”.
A su vez, el perfil de estudiante y de ingresante a la Universidad se ve modificado desde hace algunos años. Aunque sigue estando, el tradicional estudiante recién egresado de la escuela secundaria ya no es lo más frecuente, y es sabido que en la matrícula de los primeros años de las carreras son mayoría los jóvenes adultos que son “trabajadores estudiantes”. Cuando la Universidad argentina comenzó a acomodarse a este perfil de estudiantes, vino un desafío mayor y disruptivo, dice el rector de UNSL, que fue la pandemia.
“La pandemia aceleró procesos de digitalización, de hibridez, de la educación a distancia, y nosotros en el medio nos dimos cuenta de que estábamos o habíamos perdido, casi de manera definitiva, el monopolio de la educación superior. Ahora los chicos con un teléfono pueden formarse en cualquier lugar del mundo, solo nos está quedando un monopolio que es el de la acreditación de ese saber. Tenemos que hacer un esfuerzo de transformación de la universidad pero sin deformación de su calidad”, señala.
Para Moriñigo, el sistema atraviesa una “segunda reforma universitaria, casi del tenor de aquello del 18”, y sostiene que hay que “perderle miedo a la palabra e intentar sentar las bases de una reforma”. “Los chicos ya nos están diciendo ‘Miren, no me llenen de este tipo de información, porque Chat GPT ya me lo está diciendo’, entonces, hay que establecer rápidamente una manera pedagógica distinta de llegarle a esos chicos que vienen mucho más de la mano de las habilidades y de las aptitudes”, subraya.
“La universidad le tiene que dar herramientas, entonces, nadie va a cortar camino con el GTP Chat y va a decir ‘no estudio más total todas las respuestas están en en la inteligencia artificial’, porque, nosotros más que respuestas, lo que tenemos que enseñar es a preguntar, a escuchar más que hablar y, llenarlos de herramientas para la vida, de eso se trata que la Universidad”, exclamo Moriñigo
La Universidad Argentina, en reforma y expansión
Ante todo lo anterior, entre modificaciones, disrupciones, reformas y demás, hay discusiones programáticas dentro de la Universidad Argentina que hacen a su modelo y misión. Debates en torno al financiamiento, el crecimiento, la expansión, con el surgimiento de nuevas de altos estudios, entre otros, que están atravesados por el plano político y de gestión que, por supuesto, está sujeto a diversos intereses.
“Siempre que reclamábamos más presupuesto, desde la década del 90 cuando era estudiante a hoy, siempre he visto que el sistema de educación superior argentino ha crecido”, dice el rector de UNSL, al momento que remarca que “nunca fue suficiente, pero en algún momento alguien le encontró la vuelta a esto y, ahora como autoridad, se que viene de la mano de la administración de los recursos públicos”.
“Hay muchas universidades que lo han hecho bien y esto hay que decirlo, y además hay ciertos gobiernos que han invertido bien. Se puede ver una mejor obra pública, se puede ver más carreras, se puede ver más profesores, más no docentes, más equipamiento, más ciencia, eso ha pasado en Argentina. Quizás no con la velocidad que unos querían, quizás no de la manera mejor redistributiva que uno quería, pero eso ha pasado”, sostiene.
“¿Hacen falta más universidades, hace falta más educación superior en Argentina? Y, seguramente sí, porque es muy difícil decir que no, porque sería como darse por satisfecho. Ahora, hay que estudiar muy bien dónde y cómo, porque replicar una universidad donde hay una enfrente es quizás malgastar y no hacer eficiente la inversión”, señala.
El vicepresidente del Consejo Interuniversitario, en la misma línea, marcó que “estaría muy bueno que el CIN, los Ministerios de Educación, el Congreso de la Nación, algún día llamarán y dijeran «si hubiese cinco universidades para invertir, ¿Dónde las pondríamos? Y eso sería bueno discutirlo con gobernadores, con diputados y senadores, con los gobiernos nacionales, pero un debate coordinado, no como aparecen de vez en cuando algunas solitarias ideas”.